viernes, 19 de abril de 2013

RELATOS DE LA PLAZA: LA TIERRA Y EL TESORO




LA TIERRA Y EL TESORO

Erase una vez un rico mercader poseedor de una hermosa y gran hacienda en los alrededores de Marrakech. Este mercader tenía cuatro hijos. Todos ellos eran perezosos y nunca, ni al hacerse mayores, quisieron trabajar, prefiriendo vagar con sus amigos disfrutando de la buena comida y bebida, de la compañía de mujeres de mala reputación y de la libertad que la inmensa fortuna de su padre les dispensaba.

El mercader tenía por todo ello un enorme disgusto. Ninguno de sus hijos se había casado, ninguno de ellos tenía un trabajo y estaban dilapidando la fortuna que con tanto esfuerzo había conseguido reunir después de una larga vida de duro trabajo. No tardo mucho en caer gravemente enfermo y encontrándose en su lecho de muerte hizo llamar a sus cuatro hijos.

-Nunca os he dicho esto antes- les explico a sus hijos - ya que he estado esperando a este momento para hacerlo. Tengo un tesoro enterrado y oculto en nuestra hacienda. Cuando muera deberéis buscarlo y aquel de vosotros que lo encuentre será inmensamente rico.

Pocos días después el mercader exhaló el último suspiro y fue enterrado. Inmediatamente después sus hijos comenzaron a inspeccionar la hacienda y a excavar en busca del fabuloso tesoro. Cavaron y cavaron durante días, levantando los jardines y todas las tierras aledañas que se extendían yermas, fruto del abandono al que se vieron sometidas cuando el viejo mercader enfermó. Al cabo de unas semanas habían removido toda la tierra sin por ello haber dado con el objeto de su búsqueda. Una tarde, desesperados arrojaron las palas y azadas al suelo y se sentaron a la sombra de un árbol situado en lo alto de una colina desde la que se podía observar el estado en el que habían dejado la hacienda, totalmente patas arriba.

Mientras se quejaban de su desgracia y se preguntaban que iban a hacer ahora que no habían encontrado el tesoro, un muchacho que pasaba por el lugar se les acercó y les dijo:

-Mirad, que buen trabajo habéis hecho, habéis removido toda la tierra pero no estáis cultivando nada en ella. ¿Por qué no la sembráis de maíz?

Y así fue como los cuatro hermanos se pusieron manos a la obra, sembraron toda la fértil tierra con semillas de maíz y cuando la estación cambió se vieron rodeados por un hermoso maizal.

Una vez recogido el maíz, vendieron una fabulosa cosecha en el mercado y los cuatro se hicieron ricos.  

Cuando regresaron a la hacienda y ante la vista de sus tierras se dieron cuenta de que su padre tenía razón y en verdad había un tesoro escondido en la tierra. El maíz era ese tesoro y solo lo pudieron encontrar con el duro trabajo.



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